Mis buenos lectores:
Vamos siempre a encontrar libros que nos llamen la atención, que nos hagan huir o que consigan que nos acerquemos tanto a ellos como las polillas a la luz de la bombilla.
Con respecto a libros como este muchas veces sólo vemos el efecto que dejan en los lectores, no lo que ellos son en sí mismos o la fuente de la que nacen, ya que una gran luz difusa pasa rápidamente como un misterioso arte a través de sus palabras. Es momentos después de su lectura, cuando queremos analizar cuando se produce una especie de onda de choque que nos deja sin aliento, como un estampido en nuestra mente y nuestros corazones, la obra impacta en cada uno de nosotros y nos golpea. Se produce entonces en nosotros ese efecto de cuando nos golpeamos con una pared que se materializa de golpe y con una lentitud que recuerda la pesadilla de una película de terror. Y el lector, cada uno de nosotros, tu y yo, chocamos contra él con una fuerza horrible, raspando y rebotando. Esa es la primera impresión del libro en nuestro caso cuando lo leemos por primera vez. Y no es por que sea moderno o por su violencia que nos puede recordar la película de “Highlander”, por estos lares “Los Inmortales”, y su lema de “Sólo puede quedar uno”.
Es por su dosis de realidad trasladada desde esa fantasía imaginada por el autor de la obra que tal vez, en algún lugar no sea tan fantasía. ¡Pasan tantas cosas en nuestro planeta!
Con las puertas de los accesos exteriores a nuestro interior arrancadas al iniciar su lectura, la historia de “Enlazados” entra de golpe y rompe a caminar por caminos ocultos y senderos interiores, como si tuviese vida propia más allá de lo que el propio autor espera de ella. Parece que así es. Lo que parece y aparece en ella también perece como algún personaje, como la asignatura de Filosofía en el sistema educativo en algunos países. Columnas de falsas apariencias mantienen fijos los pasos de los pies de cada lector mientras pasa cada página, como diluvios que surgen de los cielos para despertar el terror de los hombres, irrumpiendo en cada habitación, en cada sala, en cada biblioteca o instituto. Luego, cuando uno llega hacia el final de la novela todo se desvanece instantáneamente como ese rocío blanco que descubrimos por la mañana temprano a la luz de este sol que todavía está levantándose de esa fugaz cama que lo oculta a nuestros ojos por la noche.
El libro está siendo arrastrado por nuestra lectura tanto como él nos arrastra hacia abajo por una fuerza para nada misteriosa, lo hace con sus palabras que ya desde el inicio nos adelantan que tiene que pasar como un avión que vuela y se dirige al Infierno.
El autor nos traslada con la historia un mensaje que como un diminuto transmisor es expulsado del infierno al que se dirige ese avión y comienza su viaje a través del mundo, de un mundo tal vez demasiado superficial y bipolar buscando alguien que sepa la forma correcta de explicarlo.
Sólo puedo deciros que un segundo después de terminar la obra, el libro golpea nuestra mente, nuestra memoria, nuestros recuerdos como un martillo sobre una una piedra de granito, creando un sonido particular, un sonido de cantero trabajando en una obra, en una estatua, en un capitel, en algo particular, especial y que cada uno de nosotros debe de valorar de forma individual.
Si tenéis la oportunidad de leerlo, ¡Atrapadlo bien fuerte con vuestras manos!
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