Algunas veces uno debe de hablar de libros como este, pero no sabe como hacerlo. sin embargo, justo cuando se está a punto de tirar la toalla surgen las palabras. Palabras como las que ahora siguen.
En un libro encontré una frase: “Mas triste es ser libre y no tener libertad”. Si analizamos la sociedad en que vivimos en teoría es una sociedad libre, pero la teoría no es la realidad y nunca existe libertad total en una sociedad. Por eso libros como el de hoy que usan el género epistolar entre un personaje famoso y uno inventado, donde se cuenta una historia, cobran mayor interés para comprender y comprendernos.
A mi mente, mientras iba viajando página a página de este libro, vinieron los versos de Antonio Machado del poema “Sobre la tierra amarga”:
“Sobre la tierra amarga,
caminos tiene el sueño
laberínticos, sendas tortuosas,
parques en flor y en sombra y en silencio;
criptas hondas, escalas sobre estrellas;
retablos de esperanzas y recuerdos.
Figurillas que pasan y sonríen
-juguetes melancólicos de viejo-;
imágenes amigas,
a la vuelta florida del sendero,
y quimeras rosadas
que hacen camino...lejos...”
Leer obras como esta es como mirar la calavera descarnada de una sociedad para tratar de comprender la base de la misma y desde ella construir o reconstruir su carácter y su historia. Si, es mirar un cráneo completo. La obra sirve para entender como Voltaire que el nuestro es "un solo país compuesto de varias naciones”, algo que él entendía para toda Europa y no para un país concreto, pero esa composición de regiones o naciones no implica la deconstrucción del estado si no el reconocimiento de las partes que componen ese estado para vivir en armonía unos con otros. Cuantas sendas tortuosas seguimos unas veces o nos invitan a seguir, cuantas quimeras invitan a la gente a perseguir. En el fondo, en esta obra también se nos habla de eso. Así el cráneo descarnado de un país colocado sobre un libro de historia, de nuestra historia, se convierte como decía Ramón Goméz de la Serna en un profesor “mortuoris causa”. ¿Cuántos de esos hay en nuestra historia y a los que no escuchamos para no cometer sus mismos errores o errores peores?, creo que es un pregunta muy apropiada en este caso.
Y es que volviendo a lo que decía Ramón Gómez de la Serna en su obra “Los muertos y las muertas” en “Lucubración sobre la muerte”: “El español sobre todo, no puede vivir sin tener una calavera delante como tintero para su pluma.” El problema es que por común cargada de la sangre de las rutinas y prejuicios que todos llevamos dentro y que nos detienen a la hora de confrontar la realidad de los hechos. Cerramos los ojos y nos dejamos llevar en muchas ocasiones por los temores, los miedos, las tensiones, los conflictos que otros nos venden como algo interno y externo. Podría decirse tras leer la obra que hoy tratamos que se trata de nuestra naturaleza, que es parte de nosotros. Nos gusta sentirnos despiertos ante lo que nos rodea, y citando otra vez a Gómez de la Serna “no ha nada que más despierte, que vivir sobre la muerte”.
En nuestra tierra, no hablo de España en concreto si no en la península ibérica sabemos muy bien como hacer eso. Oleada tras oleada de invasiones y de guerras desde tiempos de los romanos hasta nuestros días, nos gusta vivir sobre las muertes, las muertes y los muertos del pasado, sea este inmediato o lejano. Es parte de la rutina, es el alma de nuestros prejuicios.
La obra de hoy, “El Jardín de las Dudas” nos invita a meditar y a dudar de todo como Descartes. Para no buscar convertir la tierra buena en la tierra amarga de la que hablaba Machado, para no seguir sendas tortuosas que nos hundan en criptas profundas. La obra de hoy si meditamos vemos que sirve para tratar de escalar las estrellas, con nuestras mentes llenas de esperanzas y recuerdos, de sabiduría y conocimiento, sirve para guiarnos en cierta medida al otro lado de las falsas quimeras al lugar donde están los parques en flor y en sombra a la vuelta florida del sendero.
Os invito así a que leáis este libro, lo disfrutéis, y al final os preguntéis si realmente queremos llegar a ese mundo mejor y feliz que podríamos construir a nuestro alrededor, en nuestro hogar, con nuestros vecinos, en la aldea, el pueblo, la villa o la ciudad en la que vivimos, en la provincia, la región o el país.
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