Amigos lectores:
¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy?, podría seguir citando estas preguntas que siempre en las clases de filosofía nos ofrecían cuando nos iniciábamos o nos introducíamos en el pensamiento de la filosofía griega, y algunas veces posterior.
Así llego al libro que hoy toca y no por el pensamiento griego o filosófico si no por el pensamiento humano.Me ha tocado esta vez enfrentarme a la lectura de "El Olvido que seremos" de Héctor Abad Faciolince, y para ello planifique los días para dejar el día previo a la reunión del club de lectura libre con el fin de hacer una revisión de aquellos extractos que llamaron mi atención en la edición de Seis Barral. si extractos como el que si os atrevéis podéis encontrar en la página 146 y su párrafo 2 que se inicia con las palabras "Éramos felices porque... " o esa pregunta infantil y libre de malicia de la página 61.
Un libro interesante en el que hay expresiones que en cierto sentido pueden gustar con esa de "Destetarme de la casa". Me pareció un párrafo particularmente único y maravilloso en el que aparecía, pero me hizo pensar en nuestros días y en cuantos desearían poder "destetarse de la casa familiar" e independizarse y vivir su propia vida pero no pueden. Agradecí poder saltar a ese momento donde casi se nos invita a conocer a Juan Rulfo, Octavio Paz, García Márquez o José Emilio Pacheco, para así llegar a hablar de Benitez, Proust o Joyce. Lo que ha convertido para mi esta obra en un hermoso compendio de autores a leer y a conocer, de ideas que descubrir y de sueños que se tuvieron, reales unos o ficticios otros.
La lectura de esta novela cuando iba avanzando por el entorno de las páginas 130 y 131 me recordaron, todavía no entiendo bien la razón, ese ritmo que queda en nuestros oídos cuando leemos a Antonio Gala. Más ¡que lejos un autor de otro en muchos aspectos! Pues Antonio Gala y Héctor Abad sólo se parecen en que ambos escriben y lo hacen maravillosamente.
Reconozco que apenas me llegó el tiempo para su lectura, o para una lectura como a mi me gustarí, pues cada vez que veía un autor nuevo o un artista tenía la tendencia de buscarlo en la enciclopedia y no precisamente en la Wikipedia en Internet sino en las que tienen páginas y papel y tomos gruesos en los que buscar palabras y nombres.
Así he conocido a Tito Monterroso, Carlos Monsivais, Vicente Rojo... Y, me quedé pensando largamente, casi filosofando respecto a lo que pone en las páginas 218 y 219.
Por todo ello, mis buenos lectores, me ha parecido un libro perfecto para quien sigue esa lectura de rutas más o menos autobiográficas o biográficas, noveladas tanto como narradas y que convierten por así decirlo al autor en un personaje eterno y casi etéreo.
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