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Por la mañana tropecé nuevamente con este libro; hice una lectura del borrador de su comentario releyendo algunas de sus partes (las del libro) toda la tarde; seguidamente, un poco abrumado, asistí a una conferencia on-line de literatura comparada y tras cenar mientras veía los concursos de la televisión participé en una reunión on-line del Club Inklings Español: una reunión informal con el fin de sugerir algunas lecturas. Me recordaron que no habíamos leído nada de Riben Darío y esas palabras me recordaron unos versos de ese poeta acoderes al sentimiento de esta obra.
Eran los siguientes:
"Cuando hablaba tenía un dejo
de timidez y de altivez.
Y La Luz de sus pensamientos
casi siempre se veía arder."
Sí, la reunión de club me recordó eso, también me recordó que la primera vez que leí esta obra, este ensayo (podría decir), no me gustó, me pareció malo, pero sí que permitía abrir un debate interesante sobre la forma de ser catequista, el catecismo, la forma de enseñar religión y transmitir lo que se sabe. Si, en esa primera lectura la obra no hubiese tenido una muy buena crítica por mi parte. No me llamó la atención.
Fue más tarde después de leer los versos de J.R.R. Tolkien del poema de Earendel cuando decidí darle una nueva oportunidad.
Después de una nueva lectura de la obra vi esa otra cara que en un principio me pasó desapercibida donde lo que se muestra es más que un elogio a D. Baltasar como catequista o una exposición biográfica si no el camino seguido por este en ese punto como un diría yo, un camino que se evapora que se disuelve a través de campos y colinas, entre ciudades y pueblos en donde se muestra a un luchador que lucha por enseñar para otros lo que conscientemente sabe mientras se explaya como en una conferencia.
Una obra curiosa que no definiré yo si no que os dejo que vosotros definís y valoréis si llega a vuestras manos.
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