Después de una larga serie de páginas estaba dispuesto a no ser benévolo. He aquí que antes de convertir mi comentario en una pantomima llegaron a mi las palabras de Gabriel Aresti:
"En este mundo que vivimos,
en esta sociedad,
la justicia
está prohibida."
Así con el murmullo de fond ode la televisión, frente a frente a la página en blanco reconozco el tono entre melancólico y romántico de la obra, me recordó mis tiempos de instituto. El latir de sus páginas, su composición, esa alma abierta que transmiten los personajes, llenos de vitalidad y juveniles, adquiere la emoción que despertó en mi el recuerdo del olor a pan recién cocido en la mañana cuando salía de casa para ir al instituto y el lirismo de cuando estudiaba lengua y literatura en mi época de estudiante.
¡Qué recuerdos me trajo!
Me sentí adormecido por el arrullo de sus palabras. Me adentré en el profundo sueño de una historia, de un relato, lleno de esperanzas y anhelos.
Viajé, viajé como las golondrinas románticas naves de los cielos que pasan, que van y vienn, que nos acompañan, en lecturas y versos, en la mansa tarde o la refulgente mañana.
Sólo puedo reconocer que me encontré con un buen libro, un libro en el que os invito a acabar en él el día, a reposar vuestro cansancio, a posar por un momento vuestros ojos en sus páginas.
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